Durante el verano, las altas temperaturas no solo suponen un riesgo de deshidratación o agotamiento físico: también pueden afectar directamente al buen funcionamiento del sistema inmunológico. Un golpe de calor no es simplemente una molestia pasajera, sino un fenómeno que puede tener consecuencias relevantes para la salud, especialmente en personas vulnerables.
¿Qué es un golpe de calor?
Un golpe de calor es una situación médica grave que ocurre cuando el cuerpo pierde su capacidad para regular la temperatura interna. Cuando la exposición al calor es prolongada y el organismo no logra enfriarse adecuadamente (por ejemplo, a través del sudor), la temperatura corporal puede superar los 40 °C, desencadenando una respuesta fisiológica extrema.
Los síntomas más frecuentes incluyen:
- Mareo y confusión
- Dolor de cabeza
- Piel caliente y seca
- Náuseas
- Pérdida de consciencia, en los casos más severos
Impacto del calor extremo en el sistema inmunitario
El cuerpo responde al calor excesivo generando una reacción inflamatoria sistémica. Este proceso afecta a diferentes sistemas, incluido el inmunológico:
- Estrés térmico: La exposición prolongada al calor genera un aumento del estrés oxidativo, lo que favorece la inflamación y debilita las defensas naturales.
- Alteración de las células inmunitarias: Se ha observado que la función de células clave como los linfocitos o los macrófagos puede verse comprometida ante temperaturas elevadas.
- Afectación de la microbiota intestinal: El calor también puede alterar la flora intestinal, lo que repercute en la regulación inmunitaria.
- Fatiga inmunológica: Cuando el cuerpo trabaja intensamente para enfriarse y mantener la homeostasis, se produce un desgaste general que incluye una menor eficacia del sistema inmune.
El golpe de calor no solo afecta a nivel físico inmediato, sino que puede dejar al organismo más expuesto a infecciones o inflamaciones posteriores.
Medidas preventivas clave
Evitar los golpes de calor es esencial, especialmente durante las olas de calor o en regiones con temperaturas muy elevadas. A continuación, algunas recomendaciones basadas en evidencia:
- Hidratación adecuada: Beber agua de forma constante a lo largo del día, incluso si no se tiene sed. Las frutas ricas en agua (como sandía o melón) también ayudan a mantener una hidratación óptima.
- Protección solar y sombra: Evitar la exposición al sol entre las 12:00 y las 17:00, utilizar sombreros, gafas de sol y protector solar de amplio espectro.
- Alimentación equilibrada: Incluir alimentos ricos en antioxidantes, vitaminas y minerales favorece una mejor respuesta inmune. El verano ofrece productos frescos ideales como verduras crudas, frutas y pescados.
- Ropa ligera y ambientes frescos: Utilizar prendas de algodón o lino en tonos claros y permanecer en espacios bien ventilados o climatizados.
- Descanso adecuado: El descanso nocturno y la reducción del esfuerzo físico durante las horas más calurosas ayudan a evitar la sobrecarga fisiológica.
El golpe de calor es una situación de riesgo que va más allá del malestar térmico: puede comprometer el equilibrio inmunológico del organismo, dejando al cuerpo más vulnerable frente a agentes patógenos. En época estival, es fundamental adoptar hábitos que protejan no solo del calor, sino también del impacto que este puede tener sobre nuestra salud general.
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DIG-2-0593-072025